De
la Domesticación Equina
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Domesticar un caballo es
acostumbrarlo a convivir e interactuar con seres humanos.
Existen 4 factores que
resultan de vital importancia en la domesticación.
El primero de ellos es el conocimiento; conocimiento que debe
tener el domesticador de la etología equina y conocimiento que debe tener de sí
mismo.
Conoce a tu caballo y conócete a ti mismo es la consigna que debiera
adoptarse como punto de partida.
Como segundo factor en la
domesticación debemos resaltar la confianza.
El arte de la domesticación se dá en la confianza mutua. Por lo tanto, el predador
en este caso el ser humano y la presa específicamente el caballo, deben confiar
el uno en el otro.
Dado que el equino está naturalmente dotado para el
escapismo, desde el primer contacto debemos transmitir pasividad y mansedumbre.
Por ejemplo, al acercarnos a un caballo que no conocemos nuestro cuerpo debe
adoptar una posición que emane tranquilidad, deben evitarse posiciones agresivas,
movimiento ampulosos de brazos, manos abiertas en posición de garras, etc.
En
consecuencia es importante que los brazos permanezcan caídos y cerca del
cuerpo, la cabeza inclinada hacia abajo y la mirada no enfocada al equino, ese posicionamiento
permite acercarnos a un caballo sin activar los alertas de huída.
Tercer factor de relevante
importancia es el tiempo, en
realidad, el tiempo-caballo. El tiempo que insume la domesticación equina está
regido por el tiempo de asimilación que cada equino en particular posea. Jamás
debemos pretender obligar a que el tiempo de aprendizaje se vincule con
nuestras expectativas de progreso y menos que esté en función de un tiempo
contractual de trabajo.
El equino realiza progresos
de aprendizaje y acepta al ser humano en etapas sucesivas. Esas etapas deben
transitarse de acuerdo a la calidad de recepción de las mismas y repetirse
tantas veces como sea necesario para que cada elemento de aprendizaje adquirido
quede fijo y se incorpore como conducta nueva.
No olvidar que estamos
incorporando códigos nuevos de conducta que deben armonizar con los códigos de
conducta propios que posee el equino en estado natural.
La domesticación es la
naturalización de la actitud equina. Actitudes y códigos humanos son
incorporadas por persuasión y repetición en el vademécum de actitudes equinas.
El equino aprende a caminar hacia atrás, a doblar a izquierda y derecha por
giro de cabeza mediante un gesto humano determinado, aprende a cambiar los
aires según gusto del jinete, sabe cuando frenar y cómo hacerlo, etc.
Toda domesticación que no
respete los tiempos equinos obtiene una relación hombre-equino adversa. El
equino podrá ejecutar mil y una prueba pero su cuerpo no se moverá naturalmente
y sufrirá de problemas musculares, articulares, neurológicos, psicológicos, de
conducta, entre otros.
El cuarto factor es el mando que se deberá ejercer durante el
tiempo de domesticación y en la relación general hombre-caballo. El caballo,
naturalmente, es un animal de manada donde existe una relación jerárquica que
permite la convivencia y que se expresa según conductas de dominancia. En
consecuencia, el caballo tratará siempre de ejercer dominancia sobre su
domesticador o sobre su jinete.
Luego, a efectos de
establecer dominancia del hombre sobré él de manera que la domesticación sea
eficiente y eficaz, el mando debería poseer sabiduría, sinceridad, disciplina y benevolencia.
Sabiduría para permitirnos aprender
del equino todo lo concerniente a su comportamiento.
Sinceridad porque en todo
momento debemos ser sinceros con el caballo. El debe instintivamente comprender
que la domesticación conlleva a un disfrutar juntos una relación “centauro”.
Debemos desechar cualquier metodología que conlleve castigo físico.
Disciplina porque la
domesticación requiere establecer metodologías y rutinas de aprendizaje y
evaluación.
Benevolencia porque debemos
pensar como equinos y no pretender que ellos piensen como humanos. Comprender y
tolerar los instintos del caballo nos acerca a la sabiduría equina.
No comprender lo
desventajoso que significa el sometimiento del equino a nuestra voluntad es no
comprender lo ventajoso que resulta el establecer una relación armoniosa.
Si el equino es maltratado
en su boca, por ejemplo, por utilización de dispositivos agresivos e impericia
de riendas su actitud puede parecer violenta y hasta peligrosa. La
responsabilidad no recae en el animal sino en el jinete que muchas veces sin
saberlo está infligiendo dolor. Ese mismo equino conducido por otro jinete
puede parecer el más manso de la tropilla. El equino es el mismo. Varió el
jinete. Varió la relación hombre-equino.
Resulta pues de importancia
vital que la relación hombre-equino sea óptima desde lo más temprano posible en
la vida del animal. Se evitarán conductas viciadas, resabios agresivos,
actitudes intempestivas, etc.
La manera más rápida de
tener un equino domesticado es insumiendo todo el tiempo equino necesario para
llegar a ese objetivo.
El domesticador debe en
todo momento crear situaciones que permitan armonizar el tiempo-caballo de
aprendizaje con las necesidades que se le pedirá a cada caballo en particular.
No será igual la rutina de enseñanza de un caballo de polo que la requerida a
un caballo de salto o turf, por ejemplo.
Cuando analizamos el tiempo
caballo hay que considerar que ese tiempo está íntimamente relacionado con un
tiempo bio-rítmico. Tal es así que hay caballos que aprenden mejor de noche que
de día o tarde. Igualmente, debe tenerse en cuenta que rutinas adquiridas
pueden conspirar con el tiempo de aprendizaje.
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